La isla de Margarita está viviendo uno de sus mejores momentos. Con una explosión urbana sin parangón los “navegaos” invaden las tierras de los waikeríes para llevar además de real, know how y diversidad cultural.
No es para menos, la inseguridad personal y de bienes en las grandes ciudades, impulsa la estampida a lugares con menos tormentos, con paz, con relativa seguridad y un reloj cuyas manecillas se mueven lento. Al parecer, los constructores de tierra firme en alianza con los “ñeritos” exploran, y no con calma, un prometedor mercado que a fuerza de impulsar la demanda, también eleva los precios.
Andrés García, presidente de la Cámara Inmobiliaria de Nueva Esparta lo confirma: “estamos viviendo los mejores momentos en mucho tiempo”. El próximo año serán entregadas 2.000 unidades de vivienda a sus propietarios. Esto es lo bueno.
¿Lo malo? que los nuevos proyectos habitacionales no son para satisfacer el déficit de la isla–calculado en 25.000 viviendas- sino para cubrir las necesidades de una migración de alto poder adquisitivo: la mayoría de las construcciones se desarrollan en Costa Azul, donde el metro cuadrado es más caro que en el resto de la ínsula: entre Bs.2,8 millones y Bs. 3 millones, por el pecho.
La tendencia es al alza. Rodríguez estima que debido a la elevada demanda y la escasez de materiales los precios se disparen 30% para finales de este año.
Y, ¿lo feo?
Si bien el metro cuadrado de residencias de alto target rinde excelentes beneficios a los constructores y promotores inmobiliarios, no se pueden desechar las ganancias que la estructuras habitacionales conocidas como de “interés social” generan. Entonces, ¿por qué concentrarse en las primeras si pueden construir para satisfacer una demanda a la que ni los santos le han podido hacer el milagro? Se escuchan respuestas.
Pues bien, aparecieron santos nuevos. Inversionistas privados –el gobierno está haciendo cuatro proyectos- que están construyendo viviendas en terrenos más baratos, los que colindan con las carreteras hacia el norte y oeste de Porlamar. Ya era hora.
Lo feo de todo esto -nada es perfecto- es puede que el crecimiento deje sin agua a más de uno. Los nuevos hoteles y urbanizaciones se van a chupar toda el agua. A cuenta de garantizar a sus clientes el suministro están construyendo tanques demasiados grandes, mejor dicho se están poniendo “agalluos” y la empresa Hidrocaribe tendrá que ponerles un parao. Con las nuevas construcciones y los hoteles que almacenan agua los que menos tienen, ahora si es verdad que se quedarán sin nada.
No es para menos, la inseguridad personal y de bienes en las grandes ciudades, impulsa la estampida a lugares con menos tormentos, con paz, con relativa seguridad y un reloj cuyas manecillas se mueven lento. Al parecer, los constructores de tierra firme en alianza con los “ñeritos” exploran, y no con calma, un prometedor mercado que a fuerza de impulsar la demanda, también eleva los precios.
Andrés García, presidente de la Cámara Inmobiliaria de Nueva Esparta lo confirma: “estamos viviendo los mejores momentos en mucho tiempo”. El próximo año serán entregadas 2.000 unidades de vivienda a sus propietarios. Esto es lo bueno.
¿Lo malo? que los nuevos proyectos habitacionales no son para satisfacer el déficit de la isla–calculado en 25.000 viviendas- sino para cubrir las necesidades de una migración de alto poder adquisitivo: la mayoría de las construcciones se desarrollan en Costa Azul, donde el metro cuadrado es más caro que en el resto de la ínsula: entre Bs.2,8 millones y Bs. 3 millones, por el pecho.
La tendencia es al alza. Rodríguez estima que debido a la elevada demanda y la escasez de materiales los precios se disparen 30% para finales de este año.
Y, ¿lo feo?
Si bien el metro cuadrado de residencias de alto target rinde excelentes beneficios a los constructores y promotores inmobiliarios, no se pueden desechar las ganancias que la estructuras habitacionales conocidas como de “interés social” generan. Entonces, ¿por qué concentrarse en las primeras si pueden construir para satisfacer una demanda a la que ni los santos le han podido hacer el milagro? Se escuchan respuestas.
Pues bien, aparecieron santos nuevos. Inversionistas privados –el gobierno está haciendo cuatro proyectos- que están construyendo viviendas en terrenos más baratos, los que colindan con las carreteras hacia el norte y oeste de Porlamar. Ya era hora.
Lo feo de todo esto -nada es perfecto- es puede que el crecimiento deje sin agua a más de uno. Los nuevos hoteles y urbanizaciones se van a chupar toda el agua. A cuenta de garantizar a sus clientes el suministro están construyendo tanques demasiados grandes, mejor dicho se están poniendo “agalluos” y la empresa Hidrocaribe tendrá que ponerles un parao. Con las nuevas construcciones y los hoteles que almacenan agua los que menos tienen, ahora si es verdad que se quedarán sin nada.
Con lo buena que se está poniendo la isla, hasta estoy pensando en armar mi balsa y mudarme para allá en procura de mejor calidad de vida, de seguridad, de buena comida, de ¿suficiente agua? y ¿negocios? o ¿mejor salario? Se escuchan propuestas, pero no de vendedores con ganas de que compre un apartamento de lujo.
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